domingo, 11 de septiembre de 2016

JUANA BATEA Y JULIAN LAVADO



Eliad Jhosue Vilarroel

Hace años atrás Juana Batea, sus tres hijos y su esposo Julian Lavado habían dejado de soñar, la pareja aún eran jóvenes, estudiantes de la UBV, uno laboraba como ama de casa y el otro barriendo las calles de la ciudad.

El miserable sueldo devaluado en un 700 X % que ganaba Julian Lavado, no le suplía para asegurar el sustento, la de ellos poco importaba, era importante la de sus tres capullos, todos midiendo casi la misma altura y pidiendo pan al mismo tiempo.

El desabastecimiento también llegó a vaciar holgadamente su despensa, la nevera, la cocina y hasta el cuarto de dormir, a medida que pasaban las horas, los días, las semanas, los meses y los años el infierno corrupto de un mandato sanguinolento, los atrapaba entre una barrera de púas que asfixiaba sus menesteres, las ganas de vivir y de continuar batallando en un país donde todo se había derrumbado a pedazos.

A veces se juntaban los dos, claro, de noche cuando sus tres raquíticas criaturas dormían bajo el endurecido manto del cielo sin estrella. Juana Batea y Julian Lavado se retiraban al viejo y destarlado porche, en la soledad simiesca e intolerante, juntaban sus cuerpos temblorosos para llorar, y luego dialogaban entrecruzando palabras sin esperanzas.

La noche se alargaba mientras los acurrucaba en sus brazos pálidos y fríos. Esa noche de tertulias y dolores sin consuelo, por debajo de la chamarra desgastada de Julian se deslizó un pobre, sucio y arrugado billete de 10 BF.

Es lo último que nos queda de la quincena, dijo en tono grave y amargado, su hermosa esposa le abrazó dulcemente como queriendo espantar la pesadilla abrumadora que estructuraba solida el régimen y besándole tiernamente le dijo en un susurro que parecía surgir de las bisagras oxidadas de una puerta olvidada: no te preocupes mi amor, Dios suplirá, así lo dijo el presidente, que mas nos queda, esperar para ver si las cosas logran cambiar.

Tácito la miro fijamente, sus ojos cuajados de lágrimas le dijeron en un santiamén el dolor que frecuentaba día a día su sistema nervioso. Amor hoy apenas es el día cinco de esta quincena, nos quedan diez días entre desayunos, almuerzos y cenas, tenemos 3 tripochos que mantener, además todo esta caro y nada se consigue, ya no aguanto tanta desesperanza, tantas malas argucias del gobierno, tantas guerras mediáticas, tanta politiquería sucia y barata, el presidente es el problema, cada día lo que hace es convertir el problema en otro más y así sucesivamente, nada soluciona, todo empeora, desde que está en el poder solo se ha dedicado a realizar una guerra en contra de la oposición venezolana, si hubiese tomado todo ese tiempo malgastado para buscar solución a tantos brollos que hoy han acabado con la sociedad del venezolano, Venezuela fuera una patria potestad, grande, hermosa, libre y llena de riqueza como lo soñó el Libertador.

Luego de un silencio trémulo, sollozos y abrazos, ella rompió la quietud de la noche para decirle de nuevo. ¡Dios proveerá! Y él le acoto con mucha pena, pero recuerda Juanita, amor con hambre no dura.
Al otro día el sol amaneció pintado de negro, mirando las largas colas y el desaliento marchito de la gente y más que otra ambulancia llorando por las calles y avenidas. Ese día de infortunios y sufrimientos, Julián lavaba la calle con su sangre.

Al día siguiente, un título en rojo teñía a la prensa con tristeza, un título en grande describía que un joven delincuente, EL LAVADO, un azote de barrio había sido ultimado por la policía al tratar de robarse un pan, sin embargo, no escribían que era un estudiante de UBV y que había abandonado la honradez para alimentarse y darle de comer a sus tres pequeños.

Lavado antes de encontrarse en la calle con la muerte, muy temprano y antes de salir al trabajo sus tres pequeños abordados por el hambre le habían pedido pan. ¡Papa queremos comer pan! le dijeron y comieron pan, el pan-pan del plomo de la policía alimentando la carne del triste lavado, un joven venezolano empobrecido e impulsado a convertirse en un delincuente por las malas prácticas y políticas indolentes de un gobierno inestable. ¡Así es que se gobierna! grito un fanático del régimen, cuando escuchó de su compadre de tolda que el opositor Juan Lavado había sucumbido bajo el fuego abrasivo de la ley.
SE FUE LA QUE NUNCA ESTUVO
Se escapó de las manos la patria amada, aquella mujer que era dulce al paladar y llena de complaciente habitad, hoy envejece en manera trepidante gracias al protagonismo insípido e indolente de sus legisladores. 
En el presente nada es cierto y solamente le queda al venezolano aferrarse a la voluntad de Dios, esperando que el padre celestial interfiera por su causa mártir y les conceda la gracia bendita tan siquiera para saborear un poco de paz en sus corazones.

¿Habrá esperanzas?

Solamente Dios y de ciudadanos desinteresados y de buen proceder razonable pueden tener el poder y la virtud de solucionar el problema que aqueja a tantas familias desesperadas. 
Pongamos en oración la causalidad adversa y rindamos adoración a Dios para que pueda dar entendimiento a los que no entienden y en vez de usar el puño para golpear lo usen para curar y dar alimento, bienestar y ayuda humanitaria al pobre y a todo aquel que en este momento padece de las circunstancias penosas del proceso revolucionario.

Gobernantes Venezolanos esperamos que ustedes puedan revertir su proceder y volviendo sus rostros a Dios y a sus hermanos de patria, puedan acabar con este flagelo que destruye la paz y a la familia venezolana.

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