En un país donde un loco se cree
Superman
Las catacumbas a mi fuero engaño
son más que tragedias huecas, profundidades tejidas en un corazón teñido de
humo negro, interfaz cual se prolongan en el tiempo y entierra en la carne la
siderosis de un sufrimiento oscuro, un sufrir alérgeno, negro como mala noche en noche buena.
Siempre prescribo que la catacumbas
están a espaldas de los facinerosos, de aquellos hombres que haciendo mal lo
vinculan con el bien, los que siembran la corrupción y otros, los más peores e
indignos, son aquellos cuyos recogen sin disimular la semilla inmoral de su
veneno.
Yo no recojo puntas porque no
habito en las laderas profunda de sus habitaciones, antes me deshielo al aire
libre, me libero bajo cualquier aguacero o dejo que mi piel se contagie con
mesura a la febril luz del día refrescándose con el roció envolvente de un
otoño embelesado.
las catacumbas sesgan cuando
lubrico alguna poesía y escribo palabras silenciosas, mas yo escribo, tampoco
me vínculo con la retórica de aquellos seres impéndanles, sociópatas,
despóticos y facinerosos, ellos, principio del mal están en las tierras de una
patria que envejece a causa de las vejaciones que han forjado con avaricia en
su carne, la han perforado, la han convertido
en una catacumba política, he visto como su entorno hueco la están rellenando
con sangre y carne de los que quieren ser libres.
Algún día desde la profundidad
de sus cavidades perforadas, un grito barrerá con la pedantes de tanta sociedad
política fracasada y asesina.
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